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17/04/2018
Habéis llegado a Pedrouzo, la puerta de entrada a Compostela, vuestra última parada en el Camino y el lugar donde os invadirá una mezcla de sentimientos difícil de explicar: la excitación ante la inminente llegada al Obradoiro y la pena por dejar atrás una experiencia que a estas alturas seguro que ya os habrá llenado la mochila de vivencias, anécdotas y buenos recuerdos.

A diferencia de otros enclaves de la ruta jacobea, Pedrouzo no es una localidad que destaque por su riqueza patrimonial. Si bien es cierto que en su entorno abundan iglesias de interés, castros celtas y numerosas casas señoriales ligadas a familias hidalgas, en la mayoría de los casos necesitaréis un coche para poder visitarlas. Más cercano está un bonito ejemplo de arquitectura religiosa; la iglesia de Santa Eulalia de Arca, próxima al casco urbano y a la que podréis llegar fácilmente a pie. Esta capilla, de estilo neoclásico, está estrechamente vinculada al Camino y de hecho una de sus peculiaridades es un llamativo altar en forma de concha de vieira. Cuenta la historia que esta iglesia fue el punto de partida de una expedición integrada por 5.000 fieles que, en plena guerra de España contra Cuba (a finales del siglo XIX), iniciaron una peregrinación a Santiago pada pedirle al Apóstol una victoria en la batalla. Trágicamente, la noche anterior a la partida el templo sufrió un incendio y quedó reducido a cenizas.

Realizada esta pequeña visita, os recomendamos entregaros al descanso y al tiempo de ocio, dos opciones para las que Pedrouzo se convierte en un lugar ideal. Al abrigo del Camino de Santiago este pequeño pueblo ha visto abrir decenas de tiendas y negocios de hostelería, por lo que no os faltará una terraza donde tomar tranquilamente un refresco o un helado al sol, donde tener una conversación relajada o donde probar las típicas tapas españolas. Será también un buen momento para las relaciones sociales y quizás para los reencuentros, pues son muchos los peregrinos que hacen parada en esta localidad, cuyas noches de verano presentan un ambiente realmente animado. Encontraréis todo tipo de servicios en esta etapa del Camino.

Esta localidad os brindará además una de las últimas oportunidades para sumergiros en la gastronomía gallega, si es que no lo habéis hecho todavía. Sigue siendo tierra de buen queso, buena carne de ternera, productos de la huerta, aguardiente y miel. Al margen de todo esto, tiene un manjar propio: la carne de gallo y gallina “Piñeira”, una raza autóctona introducida por los celtas y característica de esta comarca que estuvo al borde de la extinción hasta hace no muchos años. De pequeño tamaño y hermoso plumaje, esta ave debe su nombre a la forma rara de su cresta, redondeada y sin picos, que la gente insistió en comparar con el fruto del pino; la piña. El gallo Piñeiro tiene incluso su propia fiesta, que se celebra el primer domingo de agosto y por la que pasan cada año unas 10.000 personas.

Tras haber descansado, repletos de energía e ilusión, estaréis en disposición de completar los 19,5 km que os separan de la plaza del Obradoiro. La etapa hasta Santiago transcurrirá, como la anterior, entre prados, bosques de eucaliptos y la inseparable carretera nacional, una constante en los últimos tramos. En vuestro recorrido pasaréis por dos lugares icónicos. El primero de ellos lo encontraréis transcurridos 9 km: es Lavacolla, el punto donde los peregrinos, desposeídos de sus sucias vestimentas, se sumergían en el río para lavar todo el cuerpo y llegar aseados a Santiago. El propio nombre de Lavacolla procede del verbo lavar y ya el Códice Calixtino recogía en sus páginas esta tradición.

No tardaréis en llegar a ese otro lugar simbólico donde el estómago se encoge y el vello se eriza: el Monto do Gozo, desde el que se puede contemplar a lo lejos Santiago y las torres de su catedral, hoy en día parcialmente ocultas por las copas de los árboles. Su nombre, sobran las explicaciones, se debe a la agradable sensación que llena el espíritu del peregrino al divisar desde este montículo la ciudad del Apóstol, cada vez más próxima. Seis kilómetros, exactamente, son los que separan vuestra meta de este enclave, acondicionado en el Año Santo de 1993 como zona residencial para peregrinos y visitantes, incluido un albergue con capacidad para 400 personas. Desde entonces ha entrado en una decadencia paulatina, aunque recientemente se ha aprobado un plan de actuación integral para renovarlo. Es por esto que, aquellos que hagáis el camino a partir de 2017 lo encontraréis de nuevo en su máximo esplendor.

Ya sólo falta completar el tramo urbano que os dejará a las puertas de la catedral. Santiago os espera, con su casco histórico Patrimonio de la Humanidad y sus estrechas calles empedradas llenas de secretos.

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